El Celo que Consume
De hecho, aquellos que son celosos por las cosas de Dios experimentan grandes momentos de indignación y tristeza. ¡Cuánta angustia experimentó el apóstol Pablo al ver el pecado reinando en la Iglesia de Corinto! (2Cor 12.21). ¡Cuánta agonÃa padeció al ver a los creyentes de Galacia dejarse llevar por las ideas de hombres malos! (Gl 4.19-20). ¡Cuántas lágrimas derramó al ver que en la Iglesia de Filipos habÃan personas que eran enemigos de la Cruz de Cristo! (Flp 3.18).
SÃ, el celo por las cosas de Dios devora, consume, nos hace sufrir e incluso llorar. Sin embargo, ese celo debe continuar, pues es por su causa y por el servicio que produce que iglesias débiles se tornan fuertes. Sin él, el pecado impera con tranquilidad, la impureza y la falsedad crecen desordenadamente, y el nombre de Cristo y el del evangelio son ridiculizados entre los incrédulos (Rm 2.24).
Por eso, jamás seamos indulgentes con el pecado contumaz. El celo sabio y piadoso siempre nos hará sufrir, pero el Señor honrará a quienes cultivan ese cuidado, preservando a través de ellos la pureza de su pueblo y la grandeza de su causa.
Pr. Marcos Granconato
Soli Deo gloria