Pasaporte Diplomático
El caso es que uno de esos lÃderes religiosos, apoyado por diputados ligados a su iglesia, quiso embarcar en uno de sus jets privados sin pasar por los trámites normales de la aduana. El artÃculo decÃa que él pretendÃa llegar al aeropuerto en helicóptero e ir directamente a su jet. Ante las objeciones de los funcionarios federales, el lÃder religioso dijo que podrÃa recibirlos en su avión. Toda esta audacia y despropósito se hicieron sobre la base de supuestos derechos concedidos por el pasaporte diplomático.
Las Escrituras enseñan que los creyentes también son diplomáticos. Son los ciudadanos de la "patria celestial" (Flp 3.20), fueron enviados a este mundo por nuestro Señor (Jn 17.18; 20.21) y tienen la responsabilidad de representar y divulgar los intereses y el carácter del Reino al cual pertenecen (Hch 1.8).
Sin embargo, la diferencia sobresaliente entre los diplomáticos polÃticos y los diplomáticos de Cristo es que los primeros poseen un pasaporte que les da diversos derechos, mientras que los últimos poseen uno (la Biblia) que les reviste de deberes y responsabilidades. Si alguien puede abusar del poder de representar a un paÃs terrenal, lo mismo no ocurre en relación a la patria celestial.
La Palabra de Dios nos enseña que, como representantes de Cristo, debemos estar siempre preparados para predicar las buenas nuevas de salvación (1Cor 9.16; 1Pe 3.15), anunciar la identidad de nuestro Dios (Hch 10.42) y aceptar la carga de representar a nuestro Señor en un mundo que lo desprecia (Jn 17.14 cf. 2Tm 4.6).
Haciendo esto cumpliremos nuestro deber para con nuestro Rey y lo haremos a la altura de nuestra función. Al final, sabemos que, como los diplomáticos terrenales, nosotros también seremos recibidos en casa con todos los honores por aquel que nos envió (2Tm 4.7,8).
Pr. Thomas Tronco