El Joven de la Cara Fea
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La madre me presentó al joven y él me fulminó con la mirada. Su rostro rebelaba una ira enorme. El joven no sonreÃa, no hablaba, apenas nos miraba con el semblante fruncido. Sus cejas quedaban asÃ: \ /
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Aún con un poco de recelo le invité para ir a la iglesia el domingo (por supuesto que él no fue). Luego, acabé mi visita y me fui antes que recibiese una pedrada.
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Meses más tarde tuvimos un desayuno de Pascua en la iglesia y cuál no fue mi sorpresa al ver al joven de la cara fea allÃ. Participó en todo y, en el momento del culto, escuchó el mensaje. Hice una especie de apelación y él se manifestó diciendo creer ahora en Cristo como Salvador.
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Después del culto, fui a conversar con él y le pregunté por qué tomó aquella decisión. Entonces él abrió una sonrisa (¡!) y dijo: "Pastor, cuando usted habló del perdón de Jesús, sentà una alegrÃa tan grande, pero tan grande, que no me pude contener. ¡TenÃa que aceptarlo!".
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Aquel joven nunca más volvió a tener el semblante ruin. Tuve el placer de bautizarlo y me convertà en su amigo. Hace algunas semanas lo vi en Atibaia, trabajando en un condominio. Intercambiamos algunas palabras. Sus cejas estaban asÃ: / \
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Cuando Cristo cambia el corazón todo lo demás cambia. Realmente, si alguien está en Cristo, es una nueva criatura (2Co 5.17).
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Pr. Marcos Granconato
Soli Deo gloria