Quinta, 28 de Março de 2024
   
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Jesús me Libertó de las Tinieblas

Doña Ruth era católica practicante. Iba siempre a las misas de la iglesia cerca de su casa y celosamente entregaba sus ofertas al Sr. Luís, diácono que mensualmente tocaba de puerta en puerta para recoger las pequeñas contribuciones de los fieles de la parroquia.

Una tarde doña Ruth estaba sola, sentada en la terraza de su casa, pensando en la vida. Entonces, a la distancia oyó un himno que provenía de una pequeña iglesia bautista no muy lejos de allí. La letra o la melodía del himno se perdieron en su memoria, pero incluso en el final de su vida ella recordaba que aquella música despertó en su corazón un inmenso deseo de conocer a Dios de verdad.

Algunos días después doña Ruth volvió a misa. Mientras que el padre hablaba, su atención se desvió para su pobre condición espiritual. A su alrededor, el ambiente triste, oscuro y sombrío de la iglesia era un retrato de su propio corazón. Entonces ella empezó a llorar y clamó a Dios diciendo: “¡Señor, líbrame de las tinieblas!”.

Ella insistió en esa súplica por mucho tiempo y el buen Dios la escuchó.

En ese día doña Ruth salió de la iglesia católica para nunca volver. Curiosa, fue a presenciar el culto de la iglesita bautista que cantaba alto y allí, después de la predica de un pastor aún principiante, se entregó a Cristo, quedando para siempre libre de las tinieblas (Jn 8.12).

Cuando el Sr. Luís tocó a su puerta nuevamente para recoger la contribución de la parroquia, ella le dijo: “Yo no voy a participar más de eso. Ahora soy una creyente. Jesús me libertó de las tinieblas”.

Doña Ruth murió a la edad de 84 años, víctima de una grave enfermedad. Todos los huesos de su cuerpo fueron corroídos por un terrible cáncer. Antes de morir, fui a visitarla en su casa y le pregunté: “Cuando la noche llega y se queda solita pensando en su estado, ¿usted siente miedo?”. Ella fijó sus cansados ojos en mí. La melodía de la antigua iglesita estaba en ellos. Entonces, serenamente respondió: “Pastor, yo no sé lo que es el miedo. Soy una creyente. Jesús me libertó de las tinieblas”.

Pr. Marcos Granconato
Soli Deo gloria

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