No se Preocupe
Ricardo dejó su hogar para nunca más volver. Dejó atrás a su madre viuda y a su joven hermana. Fue al sur del paÃs. AllÃ, se sumergió en la bebida y vagó sin rumbo hasta que escuchó el Evangelio, aceptó a Cristo, regresó a casa y evangelizó a su madre.
Ella se convirtió, y ambos comenzaron a frecuentar la iglesia en la que yo trabajaba en esa época.
Un dÃa fui a hacer una llamada en un teléfono público y de donde yo estaba pude ver a Ricardo dentro de un restaurante. Estaba solo, con una lata de cerveza en la mano. Quedé preocupado. "Ese joven ya tuvo problemas con la bebida", pensé, "si empieza de nuevo será difÃcil". Sin embargo, en vez de, como hermano, ir a buscarlo, decidà que serÃa más cómodo no preocuparse. Después de todo era sólo una cervecita y yo no querÃa avergonzarlo ni crear problemas con nadie.
El tiempo pasó y fui a trabajar en otra iglesia. No vi más a Ricardo ni tuve más noticias de él, hasta que un dÃa encontré a su madre. HabÃan pasado más de dos años y ella comenzó a contar las novedades. "Por favor, Pr. Marcos, ore por Ricardo", me dijo, "él está bebiendo mucho; llega a casa de madrugada, siempre borracho; pasa las noches en salas de juegos y ya no sé qué más hacer..." Guardé silencio. Me faltó coraje para decirle que su hijo estaba en esa situación en parte por mi culpa.
Yo habÃa dejado de hacer lo que, como creyente, era mi deber; elegà el camino más fácil, sin complicaciones y que me dejaba tener la simpatÃa de todo el mundo. SÃ, ¡gran parte de la culpa era mÃa, mÃa, mÃa!
Hoy hay un joven sufriendo bajo el yugo de la bebida. Hoy hay una madre pasando noches en vela, llorando, suplicando, enfermando. Hoy hay un pastor pasando un tiempo precioso en la difÃcil recuperación de un joven que podrÃa haber abandonado la bebida rápidamente si acaso yo hubiese salido del teléfono he ido en su dirección para instarle con amor.
¿Cuál será el final de la historia de Ricardo? No sé. También ahora ya no hay nada que yo pueda hacer. Es demasiado tarde. No se preocupe.
Pr. Marcos Granconato
Soli Deo gloria