Esqueletos de la Misa
En los tiempos en que yo era estudiante de Derecho, habÃa, en el edificio de nuestra facultad, un esqueleto que era usado en las clases de Medicina Forense. Obviamente, era el esqueleto de una persona desconocida. TenÃa las diversas partes conectadas por alambres y era colgado por el cráneo en un soporte de madera.
A cada año, se hacÃa una misa para él. Lo cogÃan y lo llevaban al frente, donde se quedaba todo el tiempo, siempre muy simpático, con una sonrisa indisoluble en la cara. Allà cantaban, rezaban por él, le hacÃan referencias, en fin, lo tenÃan como el centro de todo.
Él, sin embargo, como era de esperarse, no mostraba ninguna reacción. PermanecÃa con la mirada fija hacia el vacÃo, frÃo e indiferente. La cabeza, literalmente hueca, no asimilaba nada de lo que allà se hacÃa. Para él, todo lo que se realizaba no hacÃa ninguna diferencia. Aquella misa no le traÃa ningún beneficio, ni allà ni en la eternidad. Por lo cual, todo aquello no pasaba de una absurda pérdida de tiempo. Definitivamente ningún culto es provechoso para los esqueletos.
Me gradué en Derecho hace algunos años y nunca más vi esqueletos participando en las misas. Por otro lado, creo que en nuestros cultos, muchas veces, nuestra postura no es muy diferente a la de un cadáver. De hecho, cuando, al paso del tiempo en la adoración, quedamos ajenos a todo, desconectados de nuestro propósito central, sonriendo a las distracciones y fijando los ojos en lo que no tiene importancia, nos parecemos mucho a esqueletos en la misa.
Por tanto, seamos más celosos. Dios quiere que lo adoremos con entereza de corazón (Jn 4.23-24) y, además, aquà entre nosotros, los esqueletos son muy feos y no es bueno parecerse con ellos.
Pr. Marcos Granconato
Soli Deo gloria