Quinta, 25 de Abril de 2024
   
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Las Universitarias de Mentira y de la Mentira

Hace algunos días dos jóvenes llamaron a la puerta de mi casa. Dijeron que eran universitarias y que estaban haciendo una investigación de campo en el área de la salud. Dijeron aún que si yo les dejase entrar y simplemente respondiese a sus preguntas eso sería suficiente para ganar puntos para esa materia que exigía aquella tarea.

Al verlas con insignias y material escolar, las dejé entrar. Mi esposa y yo, a continuación, comenzamos a responder las preguntas que ellas formulaban. En cierto momento, sin embargo, las jóvenes comenzaron a hablar en contra del hábito de comer carne. Eso fue suficiente para que desconfiase de la naturaleza de aquella visita. Fue entonces que pregunté: “¿Cuál es la religión de ustedes?”. Ellas quedaron visiblemente nerviosas y una de ellas dijo: “Soy cristiana”. La miré fijamente a los ojos con gran severidad y le dije: “Eres adventista”. Ella enmudeció. "Eres adventista” – continué – “y nuestra conversación termina aquí. Fuiste deshonesta al decir que estaban haciendo un trabajo de la escuela cuando en realidad su intención era enseñarme doctrinas falsas. Mira, si al inicio de tu abordaje haces uso de mentira, ¿cómo puedo creer en las demás cosas que me quieres decir? Por eso, sal de aquí ahora y no vuelvas nunca más”.

Las jóvenes, asustadas, se fueron y yo recordé las estrategias de los falsos maestros de los días de Pablo y de los primeros padres de la iglesia. Ellos también se aproximaban de las personas diciendo cosas aparentemente inofensivas y, entonces, después de haber ganado la confianza de la "víctima", sacaban sus herejías de la manga, conduciendo al cristiano no apto por los caminos tortuosos de la superstición, del legalismo y de las fábulas.

De hecho, la vieja estrategia nunca cambió. Por eso, el creyente sabio debe ser firme en el trato con estas personas, cumpliendo al pie de la letra lo que enseñó Juan: Si alguien viene a ustedes, y no trae esta doctrina, no le reciban en casa ni le saluden. Porque quien le saluda participa de sus malas obras (2Jn 1.10-11).

Pr. Marcos Granconato

Soli Deo gloria

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