Quinta, 25 de Abril de 2024
   
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Infeliz Navidad

Jesús vino al mundo para que las personas tuvieran una vida plena (Jn 10.10). Esto sólo sería posible si el problema del pecado, que esclaviza y mata al hombre, fuese resuelto. Jesús lo resolvió. Él se hizo gente como nosotros y puede por lo tanto sustituirnos hasta el punto de tomar sobre sí la condenación que era debida a nosotros (Rm 8.3). Ahora, con el libramiento de la culpa y del castigo disponible, el hombre es invitado a creer en el Hijo de Dios y, por fe, disfrutar de los beneficios de su venida a este mundo (Jn 3.36).

Lamentablemente, la mayoría de las personas desprecia esto. Como consecuencia, sus vidas son vividas bajo una carga que ellas mismas no consiguen describir. Viven insatisfechas, sus corazones permanecen fríos, tienen una angustia que no saben de dónde viene y andan a tientas como ciegos en la búsqueda inútil de algo que las haga felices.

En Navidad, así como en otras épocas festivas del año, da pena ver estas personas. Ellas se dan a comidas, bebidas, reuniones con amigos y fiestas. Pero toda esa alegría es sólo una fina capa de barniz. Bajo la superficie está el viejo corazón con frío, hambre y sed, presenciando, silencioso, pero continuamente, que nunca conoció la verdadera felicidad y que, a pesar de las apariencias, aquella es más una infeliz Navidad.

He aquí la miseria de la horrible contradicción que es la Navidad sin Cristo. Los creyentes, sin embargo, no tienen por qué mentir. Ellos saben lo que están celebrando y tienen un verdadero motivo para alegrarse. Conocen los beneficios de la Navidad y los prueban a cada día. Por eso, su festividad es hermosa y auténtica, reflejando la alegría de quien fue liberto del pecado y vive días y noches de paz.

Marcos Granconato

Soli Deo gloria

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