Sexta, 29 de Março de 2024
   
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La Enfermedad del Corazón

Los noticiarios informaron hace algún tiempo el caso de un bebé recién nacido encontrado en el lecho de un río en Contagem, Minas Gerais. Según consta, la madre forzó el nacimiento de la niña, la puso en una bolsa, y la arrojó desde la ventana de la casa en dirección al río. La caída produjo grandes hematomas en el pecho y en las rodillas de la niña. Después de casi doce horas fue encontrada por dos muchachos, sufriendo por la asfixia y por la baja temperatura a la que fue expuesta.

Lo que espanta es la crueldad y el abandono de la madre de la pequeña niña. Tal vez la palabra "insensibilidad" refleja mejor el acto de tomar en los brazos un pequeño bebé, envolverlo en una bolsa como algo desechable y arrojarlo para su muerte. Nos preguntamos: “¿Cómo puede haber un corazón tan duro?”

Las Escrituras nos enseñan que no debemos nutrir grandes expectativas, ni espantarnos con la horrible y sucia realidad del "corazón" del ser humano. En el contexto bíblico el término corazón sirve para, de modo figurado, referirse al intelecto, a los sentimientos y a la voluntad de los hombres. De este "corazón proceden malos pensamientos, homicidios, adulterios, prostitución, robo, falso testimonio, blasfemias" (Mt 15.19).

Sin embargo, una cosa es tener en el corazón la fuente de tan grandes maldades; y otra es constatar la presencia de tranquilidad en el mismo corazón que comete actos terribles y asustadores. Muchos asesinos, secuestradores y violadores demuestran completa frialdad ante los absurdos que cometieron. ¿Sería esa paz un signo de que tales acciones no son equivocadas? ¡Por supuesto que no! El profeta Jeremías muestra que el corazón del hombre no es confiable para servir como un verificador ético y moral, al decir: "Engañoso es el corazón, más que todas las cosas, y desesperadamente corrupto" (Jr 17.9).

La verdad es que el corazón del hombre sin Cristo es privado de entendimiento y de los valores necesarios para distinguir correctamente el mal. Así, pecados terribles son considerados como decisiones personales que encuentran respaldo en la libertad de elección de cada uno. Esto ocurre debido a la distancia que hay entre Dios, el modelo del bien, y el hombre perdido. El apóstol Pablo enseña que los hombres sin Cristo son individuos "con el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por causa de la ignorancia en que viven, por la dureza de su corazón" (Ef 4.18).

¡Qué situación triste y terrible! Y ni siquiera podemos esperar de las autoridades una solución a este problema, ya que no hay algo que ellas pueden hacer para resolver el "mal en el interior del corazón humano".

Sólo en la persona del Señor Jesucristo se encuentra el remedio para esta enfermedad. Sólo en la justificación que viene de su obra hay purificación para el corazón humano. La Biblia dice: "Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: ¡Abba, Padre!" (Gl 4.6), y "el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue otorgado" (Rm 5.5).

Que esto sirva de alerta a quien se encuentra distante de Cristo, para que reciba de él, por medio de la fe, el remedio para el peor de los problemas cardíacos: "el pecado". Está escrito: "Hoy, si oís su voz, no endurezcáis vuestro corazón" (Hb 4.7). Y que sirva de alerta a los siervos de Dios de que no hay transformación social, moral, política, ética o cultural, que no venga del Señor, por medio de Cristo: "Os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros; quitaré de vosotros el corazón de piedra y os daré un corazón de carne" (Ez 36.26). ¡Prediquemos con seriedad y empeño el Evangelio del Señor Jesús para la purificación de corazones perdidos!

Pr. Thomas Tronco

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