Sexta, 19 de Abril de 2024
   
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El Angustiado Grito de Carnaval

No sé si me equivoco, pero me parece que la expresión "grito de carnaval" se refiere a un tipo de señal que da apertura a las festividades carnavalescas. Si eso fuera verdad, después de tal "grito", comienza la fiesta más perjudicial que nuestro pueblo realiza.

 

El Carnaval, sin embargo, no se caracteriza sólo por este grito. Hay otro grito más fuerte, aunque disfrazado, que resuena ininterrumpidamente a lo largo de días y noches de la terrible fiesta. Es el grito de angustia que el comportamiento de las personas demuestra existir dentro de su corazón.

 

Nuestro pueblo es un pueblo infeliz. Muy infeliz. Es un pueblo que cayó en la desgracia de creer que el sufrimiento proveniente de su miseria puede ser mitigado por la inmoralidad. Hicieron creer a nuestros compatriotas que siendo inmorales serán felices; que sus sufrimientos serán olvidados si se entregaren a los placeres carnales. ¡Cuánta mentira! El resultado de la búsqueda desenfrenada de placeres generó aún más miseria: las familias se desmantelaron; el respeto y la confianza entre las personas desapareció; niños no deseados nacieron y ahora crecen sin la menor noción del verdadero sentido de la palabra "hogar"; enfermedades terribles proliferaron; problemas financieros se multiplicaron... Esa fue la "felicidad" que trajo la inmoralidad.

 

¡Y aun así nuestro pueblo no aprende! Todavía busca en medio de las orgías y al son de los tambores aplacar el grito de angustia del corazón. ¡Y hasta lo consiguen durante unos instantes! Sin embargo, el miércoles de cenizas llega e inevitablemente, en su amanecer, el grito del corazón parece todavía más fuerte y más decidido a resonar incesantemente.

 

Tal es la desgracia de la "brava gente brasileña". Sólo Cristo puede ayudarla. Sólo el Salvador puede aplacar el verdadero grito de carnaval, grito de desesperación que explota en el pecho de las personas (Jn 4.14; 7.38; 10.10). Sólo en él hay esperanza. Todos necesitan saberlo.

 

Pr. Marcos Granconato
Soli Deo gloria

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