El Cisma de los Cordones Coloridos
Ocurrió en una pequeña iglesia en Alemania. Era dÃa de la Cena y un joven estaba ayudando en la distribución de los elementos. Cuando él se acercó a un señor de edad avanzada, éste le dijo que no participarÃa. Más tarde, el anciano explicó que no quiso participar de la Cena porque quedó escandalizado con los cordones que el joven estaba usando en los zapatos en el momento de la distribución. Según él, los cordones eran de diferentes colores y no se armonizaban con la solemnidad propia de aquél momento.
Los lÃderes de la iglesia supieron del problema y resolvieron tomar providencias para que la antipatÃa entre el joven y el anciano no perdurase. Decidieron entonces promover un té en el que ambos, como se esperaba, conversarÃan un poco.
La estrategia comenzó a tener éxito. Durante el té, el anciano habló sobre su juventud, su formación, sus valores y su modo de ver la vida. El joven, a su vez, habló del mundo en que él vivÃa, sobre el ambiente en la escuela, sobre lo que le gustaba y sobre el modo de ser de sus amigos.
Poco a poco, una gran amistad comenzó a surgir entre los dos, y al cabo de varios otros tés, uno fue comprendiendo al otro, descubriendo porque eran diferentes y dándose cuenta de las cosas buenas que existÃan en las desigualdades que los separaban.
En poco tiempo un profundo respeto brotó entre aquellos hermanos tan diferentes. Tanto asà que en los dÃas de la Cena, el joven nunca más usó cordones coloridos y el anciano, por su parte, nunca más miró sus zapatos.
Es asà que funciona la casa de Dios. En ella hay concordia y disposición amigable. En ella todos ceden por amor el uno del otro. En ella se mantiene la unidad del EspÃritu por el vÃnculo de la paz (Ef 4.3). Todos sabemos sobre eso. Después de todo, ¿no es asà también en nuestra iglesia?
Pr. Marcos Granconato
Soli Deo gloria