Sábado, 20 de Abril de 2024
   
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Deseo de Tocar el Piano

Hace algún tiempo, vi una bellísima película llamada El Pianista. El guión se basó en la novela autobiográfica de Wladyslaw Szpilman, un pianista judío polaco que, de modo sorprendente, sobrevivió a la masacre nazi.

No voy a contar lo que sucede en la película, pero, al menos una escena, puedo describir sin estropear la expectativa de quien aún no conoce esa historia. Se trata del período durante el cual Wladyslaw fue escondido por sus amigos en un apartamento donde había un piano. Allí permaneció durante varias semanas sin poder hacer ningún ruido para no llamar la atención de los demás residentes del edificio. Su deseo de tocar el piano era muy grande. Sin embargo, ceder a su deseo era algo que podría llevarle a la muerte. Por eso, en una de las escenas más emocionantes, el filme muestra Wladyslaw pasando los dedos sobre las teclas del piano pero sin presionarlas.

Es muy difícil pensar en este episodio sin recordar la enseñanza de Jesús: de que todo aquel que quiera vivir de verdad debe decir no para sí mismo, para sus deseos, sus impulsos y pasiones (Mt 16.24-25). Claro es que el pianista en la película tuvo que reprimir un deseo noble. Sin embargo, la analogía es válida, una vez que los deseos pecaminosos que nos quieren dominar muchas veces son incluso más fuertes que el deseo de Wladyslaw de tocar piano. Por otra parte, así como el pianista tuvo que dominar su deseo, para vivir; lo mismo ocurre con el creyente: rendirse a sus impulsos le traerá dolor, humillación e incluso la muerte.

El pianista de la película logró superar todo y sólo falleció en el año 2000, cuando ya estaba viejito. La lección de su dominio propio, sin embargo, nos sirve como ejemplo. En este mundo todos estamos cercados por pianos que, si fuesen tocados, nos llevarían a la ruina. ¿Hemos presionado sus teclas?

Pr. Marcos Granconato
Soli Deo gloria

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